La paleontología no sería lo mismo si no tuviera la posibilidad de estudiar lo que comían los dinosaurios, y lo hace analizando sus heces gracias a los coprolitos, que son deposiciones petrificadas de estos extintos animales.
Es más fácil estudiar fósiles aportados por carnívoros, porque los vegetales digeridos no dejan tanto rastro. A partir de estas mierdas se establecen relaciones entre depredador y presa que de otro modo sólo serían teóricas. Dime qué comes y te diré quién eres, una gran verdad ya en el periodo cretácico.