Dicen que sólo la dosis determina que una sustancia sea considerada un fármaco, una droga o un veneno. Con muy poca cantidad de ella -y aplicándola de forma adecuada- podemos salvar la vida, hacerla más agradable o terminarla sin más.
Cuánto poder en apenas unos miligramos, solo lo necesario para inyectarla con una jeringuilla o una punta de flecha. Queremos que la vida dure, que la diversión no se acabe y de la muerte no queremos ni enterarnos. Para un tóxico que haga todo eso, ¿quién quiere antídoto?