Si nos dicen que en diez años habrá un cataclismo, nos preocupamos. Si nos dicen que será dentro de mil años, nos da igual. Eso define nuestra insignificante percepción de la eternidad.
¿Qué es el tiempo, sino nuestra memoria? Cuanto queremos saber y recordar es lo que necesitamos para vestir el Universo. Nada más importa y nuestra escala temporal es la única válida para nosotros. Disponemos del aquí y del ahora, eso es con lo que podemos contar.
Los conocimientos que decimos tener nunca estarán completos, y eso no nos debe acercar a la frustración. Nuestro mundo se hace pequeño mientras las galaxias se agrandan, esa es la medida de nuestro crecimiento. Y todos los regalos están por abrir.
Si la Naturaleza nos lo aporta todo, porqué nos revelamos como una especie depredadora. Tal vez esa es nuestra esencia, el sentido de nuestra existencia. Somos una amenaza persistente criada a sabiendas en el seno de la madre del Todo. Por tanto nuestra función es la destrucción.
Queremos saber y descubrir lo que sea pronto, para luego pensar cómo beneficiarnos de lo hallado sin importar las consecuencias, aunque ello suponga eliminar lo que no nos es útil. Y no conocemos nada ni nadie que se comporte así. Tal es nuestro sino, no le fallemos a nuestro destino.