En el año 132 de nuestra era se terminó el Muro de Adriano, levantado por los romanos en medio de Gran Bretaña para defenderse de las belicosas tribus que vivían más al norte, en lo que hoy es Escocia. Y les contuvo relativamente durante 250 años, porque los bárbaros lo traspasaron hasta en tres ocasiones.
En 383 la situación se hizo insostenible y las legiones romanas lo abandonaron. El Muro de Adriano recorría 117 kilómetros, el que ha levantado Estados Unidos en su frontera con México, más de 900 kilómetros. Y hay otros, como la barrera entre Israel con Cisjordania, la Zona desmilitarizada de Corea, el muro levantado por Marruecos en el Sára Occidental -el más largo, con una longitud superior a los 2.720 kilómetros- o incluso la valla de Melilla con Marruecos. Y, ya en el recuerdo está el Muro de Berlín, que cayó en 1989.
De un modo u otro, todas esas contenciones se construyeron para mantener a los ‘bárbaros’ al otro lado, y ninguna fue suficiente, porque todas ellas sufrieron asaltos en reiteradas ocasiones y al final cayeron. Alguien dijo una vez que las fortificaciones son monumentos a la estupidez humana, y tal vez tenía razón.