Se conocen unos 200 casos de combustión espontánea humana en el mundo. Las víctimas suelen tener edad avanzada, sobrepeso y problemas de movilidad, nunca hay testigos. El misterio es, ¿cómo pueden arder esos cuerpos hasta convertirse en cenizas -algo que no consiguen los hornos crematorios de las funerarias- sin combustibles alrededor?
La explicación más probable es el llamado ‘efecto mecha’, en el que un pequeño fuego en la ropa, a causa de la ceniza de un cigarrillo o de un brasero, penetra la piel y hace que la propia grasa corporal -embebida en la tela- alimente la llama. La combustión se mantiene durante horas consumiendo los tejidos, y en todos los casos aparece un hollín grasiento.