El 23 de octubre de 2002 el Teatro Dubrovka de Moscú estaba repleto de público. Todo transcurría con normalidad hasta que entre 40 y 50 personas armadas y encapuchadas asaltaron el edificio tomando 850 rehenes. Exigían la retirada rusa de Chechenia.
Después de tres días de secuestro, una unidad policial de élite dependiente de los servicios secretos (FSB) bombeó un agente químico desconocido en el sistema de ventilación del teatro que provocó la muerte de 168 personas, de las que 129 eran rehenes y 39 asaltantes. Al año siguiente, el ex agente Aleksandr Litvinenko acusó a los servicios secretos de organizar el ataque como una operación de falsa bandera. Más tarde, él mismo acabó siendo envenenado con Polonio-210.