No era especialmente tarde, pero sí más de lo que hubiera querido. Me jode perder la mañana durmiendo y me levanto con dolor de cabeza. Aún no había decidido si afeitarme primero y comer algo después o viceversa cuando sonó con impaciencia el timbre de la entrada. El monitor auxiliar se encendió y dejó ver la gorda cara de la responsable del edificio, exhibía una sonrisa oblicua, poco original y menos creíble. Sin pensar demasiado en lo que debía querer, abrí la puerta. La oronda supervisora se echó a un lado para dejar paso a dos sujetos ataviados con siniestros hábitos color escarlata:
-Hermano, ¿ya has agradecido a nuestro Señor que haya permitido salir el Sol para nosotros hoy?
Parece mentira en la de líos que uno puede meterse por un descuido tan estúpido, pero lo cierto es que aquellos sujetos de mirada bondadosa, por el momento, eran novicios de la orden de Nuestra Señora del Dolor Perpetuo, una de tantas sectas o religiones apocalípticas que operaban en todas las ciudades europeas, especialmente en los barrios obreros como este. Su aparente benevolencia era directamente proporcional a su extrema crueldad, según había podido comprobar en las escasas pero sonadas veces que saltaban a los titulares. Un denominador casi común, por cierto, a estos movimientos. El mal humor propio de las cefaleas mañaneras respondió por mi:
-De una mañana como esta poco tengo que agradecer.
Apenas pude acabar la frase, la finísima tela de la vestimenta del aspirante a monje silbó dejando paso a una daga que paró con maestría a milímetros de mi yugular. Pensé rápido y sudé más rápido, si hubiera tragado saliva seguro que me pincho con el cuchillo. Me anticipé a mi propia capacidad de raciocinio soltando un torrente de palabras con la esperanza de contener a los fanáticos que la foca paseaba por todos los pisos, pues era simpatizante de la orden y de su «obra caritativa», como ellos dicen.
-¡Oh, siervos de la redención!, ¡cómo agradezco vuestra llegada en tan buena hora! veláis por mi vida eterna como yo por que se respete la palabra y los designios de nuestro Dios, único del Universo, al que agradezco cada día la nueva mañana y todas las que nos quedan por ver. Le pido también que vosotros, los hermanos de la venerable Orden, cosechéis nuevas almas que rescatar de las tinieblas.
Puede que no se esperaran tal reacción por mi parte o que diera en el clavo con las palabras oportunas, pero el caso es que después de una mirada profunda a menos de un palmo, de esas que hielan el alma, me soltó bruscamente y con un rotundo «así sea siempre» giró sobre sus talones junto al resto de la comitiva y desapareció.
No me podía creer que recién levantado y sin haber tomado siquiera mi primer café hubiera sido capaz de largar toda esa mierda sobre dar gracias a la vida, pero no estaba mal para empezar. Decidí que antes de deslizar por mi garganta la cuchilla de afeitar tomaría una cápsula de Adoperidol, quizá dos. Después, a desayunar.
El Adoperidol me da hambre, quizá sea lo único bueno que tiene, devoré un par de cajas de soja enriquecida y dos raciones de algas amarillas al vapor. Mientras comía encendí el monitor principal y sintonicé la Bomb Television Net (BTVNet); «Desde donde puede ver la rebelión que anhela sin participar en ella», tal como dice su principal reclamo publicitario. Se trata de una cadena de televisión computerizada privada especializada en los diferentes conflictos sociales, desde las peleas de bandas a las revoluciones o alzamientos más diversos a lo largo y ancho de los mundos federados. Para poder ver la BTVNet se debe facilitar el número de tu tarjeta de crédito y se te cobra por tiempo utilizado y por franja horaria. Antes de dejar el canal, una breve nota que aparece en la pantalla te recuerda que «los fondos que vd. ha aportado servirán para alentar y pagar la rebelión de las masas contra la opresión de los poderes establecidos».
Pfilip Shownet, uno de los presentadores locales más populares en el último mes -consiguió el reportaje en exclusiva del suicidio colectivo de más de doscientos miembros de la secta Ashrawan en Viena, como protesta por la excarcelación de su líder, al que consideraban mártir- hablaba con su característica vehemencia en perfecto eurish, sobre la desarticulación de uno de los comandos más peligrosos de la Dental Alliance, una especie de colegio profesional de dentistas que, para preservar la importancia de sus servicios frente a los implantes matriciales metálicos tan de moda, “que siempre te acompañan y nunca se dañan”, decidió varios años atrás iniciar una auténtica guerra. Ahora se sabe que una parte del juego sucio fue copar el accionariado de las empresas de dulces y agregarles cantidades extra de un azúcar tratado para que tuviera efectos más demoledores de lo normal sobre los dientes, muelas y encías.

Volvió a sonar el timbre, una mañana de visitas; aunque ésta, si no me equivocaba, era esperada. Los monitores del pasillo exterior no mintieron, se trataba de Nik N, volví a guardar la pistola que había sacado y abrí.
-¿Quieres que eche raíces en tu puerta? Evidentemente, no estaba de buen humor.
-Pasa, pasa, es que he tenido visitas poco agradables hace un rato. Me miró con expresión alarmada y tuve que tranquilizarle diciéndole que no se trataba de la policía ni nada por el estilo, sino de unos tarados religiosos.
-Ya sabes que me arriesgo mucho viniendo aquí, en esta zona unos trapos caros como los míos llaman la atención. También sabes que los jodidos bastardos se disfrazan de lo más inverosímil para investigar.
En estos días, «bastardo» es, siempre, sinónimo de policía. Se trata de una fama bien ganada, que hace ya demasiado tiempo que dio al traste con aquello de que no todos los policías son malos. Si no eres uno de ellos, tiembla.
-Mira Nik, soy consciente de todo eso tanto como de las ganas que tienes de que sabotee el sistema de ventilación que has diseñado para la nueva fábrica. Por eso, pásame de una vez el disco con los planos y las instrucciones que me hayas puesto, ¿de acuerdo?
Sin decir nada más me alargó el disco, que yo visualicé en el monitor auxiliar mientras en el otro él se quedó mirando el programa de Shownet, quien cuestionaba al coordinador regional de Sanidad sobre las nuevas recomendaciones de limitar la intensidad de la respiración entre la población. Como el aire atmosférico se había ido enrareciendo e intoxicando paulatinamente gracias a la floreciente segunda era industrial, el Estado europeo dispuso en su día medidas para que los habitantes del continente respiraran menos cantidad de aire en cada inspiración. Además de una más conveniente administración del fluido, se evitaría la proliferación de enfermedades pulmonares, cardiovasculares y respiratorias en general. Uno de los aspectos más desagradables de todo este asunto es la constante sensación de ahogo, de medio respiración, que se tiene. Y hábitos tan arraigados como bostezar en plena calle resultaban no sólo punibles sino arriesgados para la salud.
Actualmente, la inspiración de un ciudadano medio es un 0,75 de la capacidad de una toma de aire normal, cantidad que el gobierno empieza a recomendar reducir a un 0,50, lo que en la práctica supone el paso previo a imponer la norma legalmente. Ello favorece el comercio de pequeñas bombonas o recipientes de aire puro y mascarillas para paliar, al menos algunos momentos al día, esa carencia respiratoria. Precisamente una de las marcas más renombradas, FreeAir Com, patrocinaba en aquel momento el programa.
-Es increíble que ahora se atrevan a quitarle más aire a la gente -grito exaltado Nik-. Cuando venía hacia aquí ya se habían comenzado a formar los primeros tumultos callejeros al conocerse la noticia esta mañana. En el parque antiguo, varios miles de personas han empezado a respirar libremente y se han tenido que llevar a más de veinte con síntomas de intoxicación, ni siquiera ha sido necesario que cargase la policía.
-Todo eso es culpa de las jodidas industrias, no debemos dejar que abra esa fábrica de gas de guerra para la que trabajas, Nik.
-Tengo que decirte una cosa -terció-, se están oyendo rumores de que se va a abrir otra de minas antipersonales, también aquí, aunque en el Suburbio Norte. Dicen que ya han empezado a trabajar.
-Eso hay que comprobarlo, si consiguiéramos destruir las dos sería increíble. Pero aquella zona está ahora casi en guerra civil y será jodido acercarse por allí.
Suburbio Norte, o SubN, es la parte de la urbe más degradada, allí anida la miseria tanto como el terror y la violencia. Desde hace ya más de dos años se suceden los combates entre guerrillas urbanas locales, luchas casi tribales derivadas de enfrentamientos entre bandas por dominar zonas o puntos concretos. Pero estos grupos usan misiles, tanques y helicópteros. Una buena parte de la zona está ya arrasada y la policía y el ejército, a parte de un par de incursiones de mala gana, cerrar los accesos y acordonar el área, poco han hecho por solucionar la situación.
-Mira Gas, yo no iría allí sin una buena escolta. Ayer vi en los informativos un reportaje, hay un montón de edificios derrumbados e incendiados y tanques de la guerrilla por las calles, si dudan, disparan y ni se detienen. Ir al SubN sin tomar precauciones es como poner el cuello para que te claven un cuchillo.
-¡No me hables de cuchillos! ¿vale? ¡ya he tenido bastante de eso por hoy! Tú confirma ese asunto y ya veremos. Y ahora ven aquí y aclárame algunos aspectos de este proyecto, que luego Pierre pone la bomba en el sitio equivocado.
Muy bueno. Haz una novela entera así. 🙂
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