Toma un piscolabis en el centro del acelerador de partículas, no se te vaya a ocurrir invitar a una follamiga, no funcionará. Ponte un gorrito de aluminio, pero que no te apriete la sien. Nadie impedirá que te pierdas en el sumidero cósmico de la anomalía de Nueva Guinea, siente un tsunami de alegría. ¡Pateado por la vida!
Tú sigue volando impávido en un delirio febril -como si estuvieses a 41ºC-, no tienes motor ni alas, y el piloto sabes que está muerto. Luego, ¿quien te aterrizará?