Es la vida un camino angosto y tortuoso
que recorro entre esperanzas y promesas.
Lucho con vehemencia y esa elegancia
que rezuman todas las causas perdidas.
No hay meta visible al final del recorrido,
pero sí recodos con todo lujo de peligros.
Lucho con vehemencia y gran ignorancia
y me ahorro ver qué cerca estoy de caer.
Cada paso es eterno por el agotamiento
pero no renuncio a mi cuota de martirio.
Lucho con vehemencia e impaciencia,
que es condición para seguir en la lucha.
La muerte siempre ronda impertinente
a toda hora me señala su presencia.
Pero, a pesar de eso, lucho y lucho,
derrochando la más feroz resistencia.
Y, aunque carezco de garras y fauces
y sólo puedo esgrimir ante la amenaza
mi voluntad infinita como afilado sable,
nunca es tarde para luchar hasta el final.