Good Bye, Putin!

La pregunta que hay que hacerse es, ¿hasta qué punto nuestra realidad es engañosa? En estos días podemos ver cómo en Europa hay al menos dos realidades, marcadas por el desarrollo incierto de la guerra ruso-ucraniana. Y justo ahí, en el nombre, empiezan las mentiras, puesto que para los invasores se trata de una “operación militar especial”. Es un juego semántico pernicioso, nada sutil y muy inexacto, por cuanto se ha revelado que las pretensiones y objetivos concretos y acotados que deben guiar toda operación han sido ampliamente subvertidos.

Sin duda la mayor mentira es la que los líderes le cuentan a su propio pueblo, y aquí -sin dejar de considerar aquella propaganda que yo mismo pueda recibir- veo que hasta donde yo sé en Rusia están absolutamente expuestos a las falacias urdidas desde el poder estatal, con mucho regusto a KGB. No se permite la disensión y no se da información que no esté directamente censurada por el riesgo que puede entrañar para el conflicto. Y esto pone una vez más de manifiesto que se trata de una guerra con todas las letras, también para ellos.

Dicen que en Rusia incluso hay personas que piensan que son los ucranianos quienes han atacado en primer lugar, y que una mayoría de los rusos se ha creído que el objetivo del ataque es “desnazificar” Ucrania, como si se fuera a aplicar algún tipo de veneno matarratas -y como si en Rusia no tuvieran nazis-; incluso dicen que mucha gente en aquel país acepta que se “libere” Donetsk y Lugansk, aunque se sabe que los propios rusos están eliminando a los dirigentes independentistas que no son prorrusos.

Todo esto recuerda a la película ‘Good Bye, Lenin!’ (2003), en la que el protagonista se esfuerza por crear una realidad alternativa a la medida de su madre, una comunista empedernida que enferma y se queda en coma justo en el delicado momento histórico en que cae el muro de Berlín, para emerger de nuevo a la vida cuando Alemania ya se ha reunificado, muy pocos meses después. A fin de evitarle mayores disgustos que podrían causarle una recaída y la muerte, Alex decide ocultarle que el país donde vivía, la República Democrática Alemana, ya no existe.

Tirano de chocolate.

Es una ardua tarea para un chaval, que como mucha cuenta con la ayuda de un amigo y de su novia -quien le cuestiona por mantener el engaño-, así como con una relativa complicidad de su hermana. Al final, casi sin medios consigue crear de la nada una Alemania comunista como la moribunda jamás pudo haber soñado. Todo el engaño benévolo funciona durante algún tiempo, pero las mentiras se van apilando hasta que son insostenibles y la madre se entera por sí misma de la verdadera situación. No hay rencor ni enfado, porque las intenciones del protagonista son buenas.

Volviendo a la Federación Rusa de hoy, que nada tiene que ver con la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.) pero que sí que parece que se quiere mirar en ese espejo del pasado en lo que a glorias se refiere, las preguntas son varias. En primer lugar, si el engaño de Putin a su pueblo es sincero o interesado. En estos casos la historia nos pone contra las cuerdas al intentar tomar una decisión: “¿es un loco o un fanático?”. Como si hubiese mucha diferencia en la práctica.

En segundo lugar, me pregunto si el velo caerá también en este caso, si lo hará para todos los rusos o solo para algunos y, sobre todo, qué sucederá entonces. Lo que parece que nadie ve es que estamos en un momento histórico muy relevante, de cómo se resuelva esta situación y la crisis económica que ha generado depende la evolución del Mundo en las próximas décadas. El pasado nos enseña que siempre se ha recurrido a la brutalidad, y las armas de hoy en día -con las nucleares a la cabeza- lograrán que el crimen sea de proporciones bíblicas.

Por otro lado, si todo cesa, si acaba de una vez, tal vez veamos una estatua de Putin trasladada por un helicóptero a un vertedero remoto, y a un ucraniano con un misil Stinger abatiendo al aparato en el camino. Sería el último disparo de una guerra no declarada pero que mata como todas las demás.

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