Sabes que es una obra inmortal cuando, por más años que pasen, aún toca fibras en tu interior. Hoy sigue siendo la monstruosidad que fue al nacer, y también una oda a la diferencia. Porque todos caben en este circo que es una alegoría de la vida, y el más normal aquí es el anormal.
Desentonar nunca fue del agrado de las mayorías que buscan arrastrar a las notas discordantes a su mediocridad, pero con estos no pueden, no tienen nada que hacer. Mucho que aprender todavía de ‘La parada de los monstruos’ (Freaks, 1932).