Soy hombre, blanco, heterosexual, alto, maduro, formado… Lo que no soy es alguien que tenga dominio alguno sobre su destino, y mucho menos sobre el de nadie más, pues no tengo poder. Lo que no soy es alguien que pueda impulsar cambios en su entorno, pues no tengo influencia.
Y, lo que tampoco soy es alguien que tenga la vida resuelta y no necesite preocuparse nunca más por su futuro, pues no tengo dinero. No soy alguien que pueda considerar que está por encima de otro alguien, o más allá del bien y del mal, pues no tengo impunidad.

Ahora que lo pienso, tampoco me puedo esconder ni poner de perfil ante la realidad, pues suceda lo que suceda siempre me afecta: si llueve me mojo y si hay crisis me voy a la mierda. Se supone que hay toda una religión y una cultura milenaria que glorifica a los tipos como yo, pero aún así muerdo el polvo cada día y me cuesta llegar a fin de mes como al que más.
Prácticamente, lo único firme, claro y determinante, es decir, con lo único con que puedo contar sí o sí, es con que se me incluye en un cliché muy concreto. Ya sabes, ese que dice que estoy en la cúspide de la pirámide social. Ese que asegura que pertenecezco a la élite más relevante… Estoy a punto de entrar en éxtasis.