Una de tantas paradojas en estos días es que cada vez lo hacemos todo más ‘digital’. Además, las propias autoridades nos empujan a ello. De este modo, lo pedimos todo para que nos sea entregado en casa, desde un jersey hasta el almuerzo, pasando por cualquier objeto de consumo. Ya no vamos, siempre vienen. No es tan difícil encerrarnos.
Ahora jugamos online y vemos series en cualquiera de las plataformas que hay habilitadas para ello. Ligamos desde el smartphone -o simplemente quedamos para follar-, opinamos sobre cualquier cosa como verdaderas autoridades en la materia; estudiamos, trabajamos y hasta sacamos la tarjeta del paro desde casa a través de la red. Cada vez vemos a menos gente y de hecho hablamos menos por teléfono; aunque ahora hacemos más videoconferencias. De nuevo relaciones humanas, pero con una pantallita y sobre todo distancia de por medio.
Aparentemente todo son beneficios, pero hay un montón de cosas y experiencias que perdemos por el camino. Y, lo más paradójico de todo es que en esta sociedad tan visual que hemos -o nos han- creado, donde subir un ‘selfie’ a las redes sociales es el máximo acto de rebeldía y autoafirmación personal, cada vez hay menos fotos posibles.
El primer aviso que recuerdo es cuando hace unos años leí un artículo que decía que se prohibía el acceso a la Bolsa de Madrid a un pequeño grupo de jubilados -que de hecho habían trabajado allí- porque, como ahora es todo electrónico y ya no va nadie a comprar o vender acciones, pues daban mala imagen cuando algún periodista gráfico iba a hacer una foto.
Como sacar solo las pantallas con los datos y los gráficos no tenía mucho interés, siempre acababan apareciendo en las imágenes esos señores, que en realidad acudían para pasar el rato y hacerse compañía. Y, claro, lo que se veía era un puñado de carcamales que no se sabía muy bien si eran los amos del cotarro o es que iban allí a descabezar una siesta entre la comida y la partida de mus de la tarde.
VIDA DELANTE DE UNA PANTALLA
Ese fue el primer aviso, pero luego vinieron muchos más. En mi trabajo cotidiano nos íbamos dando cuenta de que para ilustrar muchas noticias cada vez teníamos que recurrir más y más a fotos de archivo digital en las que aparecía alguien delante de un ordenador, tablet o el móvil. La alternativa eran esas imágenes digitales tan lisérgicas que se hacen hoy en día, y todo para explicar que las cosas que hacemos cada vez están más en el ciberespacio y no en el mundo real.
¿Que el artículo iba sobre comprar vuelos en agencias de viajes?, pues poníamos a una persona delante de una pantalla, porque ya nadie va a esos locales y de hecho están cerrando a mansalva; ¿que trataba sobre clientes de bancos?, pues lo mismo, porque ahora lo que te piden es que hagas tú su trabajo mientras te siguen cobrando las comisiones. ¿Que versaba sobre en qué ocupa su tiempo de ocio la gente?, pues recurríamos a la consabida foto de un ‘monosabio’ delante de una pantallica.
El ‘Black Friday’ de este año va a ser más así que de los de ir con bolsas por la calle: «que doblen el lomo los repartidores y que me lo traigan todo casa», ¿no?
TRAS LA MÁSCARA
Y, ya el summum de la despersonalización es esconderse detrás de una máscara. Algo totalmente antinatural e impensable en nuestra sociedad hasta hace tan solo nueve meses. ¿Cuánta gente no se oculta ahora tras ella para todo? Ya no es solo una cuestión de seguridad sanitaria, es tendencia, es enmascaramiento y no salvaguarda.
Yo he visto hoy mismo a alguien posando para una entrevista con la mascarilla puesta. Una entrevista… y no había nadie alrededor. Y no se la quitaba… Le escucharán, le leerán, pero no le verán. ¿Quién es en realidad ese que habla? Ese que no da la cara.
Se trata solo del último ejemplo de un fenómeno que yo llamo ‘no tiene foto’, un término periodístico y de comunicación que se usa para manifestar que una determinada situación no reúne las condiciones visuales como para ser atractiva para ilustrar una noticia.
CRISTAL ROTO
Así, siguiendo en esa línea de pensamiento, también veo crecer una tendencia aún más preocupante, la de que cada vez vemos menos caras al cabo del día. Y el caso es que lo necesitamos, debemos ver las facciones de nuestros congéneres puesto que somos animales sociales y gregarios. ¡Nuestro yo simio lo exige!
Y, si no volvemos a hacerlo pronto me pregunto, ¿de qué llenaremos nuestra memoria, nuestros recuerdos? ¿A caso de fragmentos inconclusos y mutilados que no nos permitirán reconstruir una sola imagen completa? Se me están olvidando vuestras caras, seres queridos.Todo está quebrado.