Se propaga en mi, como una terrible epidemia, la sensación de ignominia ante tantas y tantas situaciones que nos rodean. Hablo de la desigualdad que se expande y de la riqueza que se concentra, del engaño de quienes surgen y dicen que nos representan, de la masa que vota y olvida. De perder de antemano toda la esperanza mientras la humillación infecta nuestros corazones.
Y también de todas esas modas e ideas que nos venden y acabamos asumiendo como propias mientras seguimos pensando que la elección es nuestra. Hablo de la libertad apuñalada y de la injusticia dirigiendo nuestras vidas. Hablo de un ligero rubor apareciendo en las mejillas que puede acabar en gangrena, me refiero a esa desnudez pudorosa que como sufrimos al unísono parece más llevadera. Todo es vergüenza, siempre propia y muchas veces ajena.
La dignidad desaparecida
