En plena Era Soviética, en 1924, se produjo esta película futurista, una de las primeras de la historia que aborda los viajes espaciales. En el Planeta Rojo las cosas no son muy diferentes de aquí, con sus eternas luchas por el poder y sus revoluciones proletarias. Las mismas pasiones humanas son marcianas también.
Que una reina de aquel planeta se enamore de un humano porque lo ve a través de un telescopio, a millones de kilómetros de distancia, representa hoy una sugerente metáfora de lo que son las redes sociales, donde las relaciones se construyen y destruyen -pero en cualquier caso transcurren- sin que la proximidad o la distancia sean determinantes. Y, entonces como ahora, todo es un sueño y una veleidad de la razón.