Mucho cambiaría el mundo, y para bien, si la respuesta a todo acto de violencia intencionada fuese petrificar todos los aspectos de la vida del agresor al momento, de forma que quedase convertido en un paria social.
Así, aunque venciese no tendría ante quién jactarse ni con quién celebrarlo. La soledad y la marginación son un duro castigo, que se intensifica con el tiempo. Pero es el tratamiento más adecuado para alguien que siembra la guerra.