En abril de 1981, en el barrio marginal de Brixton (Londres) la policía aplicó la ‘Ley de sospechosos’, paraba y registraba a individuos de manera arbitraria. En cinco días lo hizo casi 1.000 veces y, de ese modo, provocó una gran tensión que desembocó en unos de los disturbios más violentos que ha vivido la capital británica.

En aquella revuelta participaron 5.000 vecinos, resultaron heridos 300 policías, hubo 82 detenidos; ardieron 56 vehículos policiales y 30 edificios, se saquearon comercios… La respuesta de las autoridades fue mandar otros 2.500 policías para recuperar el control. Brixton es un barrio con la mayoría de la población negra, la mitad de ella estaba en desempleo.

A pesar de las circunstancias que se vivían allí y de los violentos hechos que tuvieron lugar, la primera ministra, Margaret Tatcher, negó que el racismo y la falta de perspectivas tuviesen que ver con un estallido que consideró injustificable.