En 1944, en la Batalla del Mar de las Filipinas, los japoneses perdieron 400 aviones con sus pilotos, los más veteranos habían ido cayendo desde el inicio de la guerra en el Pacífico. Además, las numerosísimas aeronaves que los norteamericanos habían desplegado en el teatro de operaciones superaban con mucho a las niponas, que eran consideradas excelentes al principio del conflicto.

Por si fuera poco, se había mejorado tanto la artillería antiaérea que apenas era posible realizar un ataque convencional. ¿Cómo contrarrestaron esa tremenda superioridad enemiga? Puestos a morir, era mejor arrojarse sin vacilaciones sobre la flota del adversario para causarle los mayores estragos posibles. Ahí surgió una nueva forma organizada de sacrificio.

El ‘Viento divino’ asombró al Mundo forzando los límites de la locura humana y dio rienda suelta a la desesperación de un pueblo que pocos años atrás reunió el imperio más extenso conocido, contando la porción de océano que controlaba Japón. Los kamikaze aterrorizaron al enemigo, que temía el solo sonido del motor de un avión en el cielo. Pero no sirvió de nada, se perdió igual. ¿aprenderemos de la Historia?